Era un día muy ajetreado en este
hogar. Pero claro, con 10 hijos y otro en camino, todos los días eran un poco
agitados. Ese día en particular, sin
embargo, la madre tenía dificultades para realizar los quehaceres domésticos de
rutina, y todo a causa de un pequeñito.
Len, que tenía tres años entonces,
estaba encima de su madre, dondequiera que se dirigiera. Cada vez que ella se detenía para hacer
algo y se volteaba, tropezaba con
él. Varias veces le había sugerido
pacientemente actividades divertidas, para mantenerlo ocupado.
-¿No te gustaría jugar en el
columpio? -le preguntó su madre.
Pero él simplemente le brindó una
inocente sonrisa y le dijo:
-Está bien, mamá, prefiero estar
aquí contigo.
Luego continuó retozando alegremente
a su alrededor.
Después de pisarlo por quinta vez,
la madre comenzó a perder la paciencia e insistió en que saliera a jugar con
los otros niños. Cuando le preguntó por
qué estaba actuando así, el niño la miró con sus dulces ojos verdes y le dijo:
-Mira, mami, en la escuela mi
maestra me dijo que caminara tras las huellas de Jesús. Pero como no puedo verlo, estoy caminando
tras las tuyas.
La madre tomó a Len entre sus brazos
y lo abrazó. Lágrimas de amor y de
humildad se derramaron sobre la oración que brotó en su corazón: una plegaria
de agradecimiento por la simple, pero hermosa perspectiva de un niño de tres
años.
- una historia de Davida Dalton
¿Qué tipo de huellas estás dejando
en tu vida? ¿Quieren, tus hijos, amigos
o compañeros de trabajo, seguirlas?
Mucho hemos oído de seguir las huellas de Jesús, pero ¿pueden los demás
seguir las tuyas también?
*******
¿A quién le has seguido los pasos en
el trayecto de tu vida?
Hay gente que han decidido tomar su
camino de la mejor forma que le parezca, con tal de lograr sus sueños o de
realizarse en la vida como ser humano. Por otro lado, hay quienes deciden
seguir el ejemplo y los pasos de otra
persona para imitarlo y hacer que tales hicieron.
Es por tal razón, que hay muchos
hijos que actúan igual que sus padres, los observan, y luego hacen, hablan,
actúan, reflexionan, y conllevan una vida diaria similar a la de sus padres,
sea la del padre o la madre. Pero otros actúan de manera muy diferente a sus
padres. Hay quienes se dan cuenta que la manera de sus padres actuar no es la
correcta, y prefieren seguir sus propios pensamiento o imitar a la persona que
ellos admiran.
Por eso los padres deben ser el mayor
ejemplo en su hogar, porque hay hijos observándolos. Hay hijos que quisieran
ser como papá o mamá, y el final de muchos no ha sido muy placentero.
Nosotros como padres debemos dar el
ejemplo que nos dio Cristo. Debemos ser su imitador, para que nuestros hijos
nos imiten. Esto dice la palabra de Dios en el libro de 1 Pedro 2:21-23 “Pues para
esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos
ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló
engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición;
cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;”
Si queremos dejar unas buenas
huellas para nuestros hijos, tenemos que seguir las huellas de Cristo. Y si tú
no conoces al Señor, entonces, sed imitador de alguien que lo conozca, sigue
sus pasos y encontraras al Señor. Por eso el apóstol Pablo les hablo a sus
seguidores, los cuales no conocían a Cristo, y les dijo en 1 Corintios 11:1 “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”.
Por tanto, si conoces al Señor, se
un imitador de él. Y si no lo conoces, imita a aquellos que lo conocen e imitan
sus pasos. De esa forma serás de ejemplo para los que te están observando.
Filipenses 2:3-5
Nada hagáis por contienda o por vanagloria;
antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él
mismo; no mirando cada uno por lo suyo
propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros
este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
Juan 8:12 Otra vez Jesús
les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
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