Dardos


Una joven llamada Sally, relata una experiencia que tuvo en una clase de seminario, impartida por su maestro, el Dr. Smith. Ella dice que el Dr. Smith era conocido por sus elaboradas lecciones de ejemplo práctico. Un día en particular, Sally entró al seminario y supo que tenían un día divertido.
En la pared había un gran objetivo de tiro al blanco, y en una mesa cercana había muchos dardos. El Dr. Smith les dijo a los estudiantes que dibujaran a alguien que no les gustaba o alguien que los hubiera hecho enojar, y que les permitiría lanzar dardos en la foto de la persona.

La amiga de Sally dibujó una imagen de una muchacha que le había robado su novio. Otro amigo dibujó una imagen de su hermano pequeño. Sally dibujó una imagen de una vieja amiga, poniendo una gran cantidad de detalles en su dibujo, incluso, dibujando granos en la cara. Sally estaba contenta con el efecto general que había logrado. La clase se alineó y comenzó a lanzar dardos. Algunos de los estudiantes arrojaron sus dardos con tanta fuerza que sus objetivos se estaban desgarrando.
Sally esperaba su turno y se llenó de decepción cuando el Dr. Smith, debido al límite de tiempo, les pidió a los estudiantes que volvieran a sus asientos. Cuando Sally se sentó pensando en lo enojada que estaba porque no tuvo oportunidad de lanzar ningún dardo contra su objetivo, el Dr. Smith comenzó a quitar el objetivo de la pared. Debajo del objetivo había una imagen de Jesús... Un completo silencio cayó sobre el salón mientras cada estudiante veía la imagen destrozada de Jesús; agujeros y marcas dentadas cubrían Su rostro y Sus ojos estaban perforados.
El Dr. Smith solo dijo estas palabras: "En cuanto lo hiciste a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hiciste" (Mateo 25:40).
Ninguna otra palabra era necesaria; los ojos llenos de lágrimas de cada estudiante se enfocaron solo en la imagen de Cristo.
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¿Cuántas veces has hecho mal a alguien, sin darte cuenta de que se lo estabas haciendo a otra persona también?
Hay gente que, motivados por el enojo, no miden sus palabras ni actos a la hora de hablar o actuar contra una persona. Todo lo que hacen o dicen va directo a la persona quien fue el blanco de la discordia, y no se dan cuenta que. indirectamente, están hiriendo a otras personas.
Cuando uno le hace un mal ha alguien, se lo está haciendo a la madre de esa persona, a su hermano, a sus hijos, a su conyugue, o a cualquier persona allegada, pero más que todo, se lo está haciendo a Dios. Y lo peor de todo es que cuando te quieres disculpar, a veces, no se recibe el perdón muy fácil. Y si te perdonan, todavía queda el resto de la familia que no ha escuchado una disculpa tuya, los cuales aún guardan remordimiento contra tu persona. Por eso, debemos ser imitadores de Cristo; perdonando cuando nos hagan mal, no guardando rencores.
Debemos saber pedir perdón, en vez de pagar mal con mal. Como dice la palabra en el libro de Romanos 12:17-18No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. ¿De qué nos vale estar enojados y con ganas de venganza? De todas formas, quien sale destruyéndose por dentro, somos nosotros mismos.
Déjate guiar por el Señor. Él quiere la paz para con nosotros; y para nosotros tener paz, tenemos que tener a Cristo en el corazón. Busca a aquellos quienes, por alguna razón, no estas en paz con ellos, y ponte en paz. Perdona, si tienes que perdonar, y olvida lo pasado. Porque dice la palabra que si tú no perdonas, el Señor tampoco te puede perdonar a ti.
Busca la paz del Señor, y tendrás gozo en tu corazón.
Juan 14:27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
Romanos 12:14-15 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.
1Pedro 3:9 No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.
Mateo 6:14-15 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

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