La Esposa de Dios
Es un frío día de diciembre en la ciudad de Nueva
York. Un jovencito de unos 10 años estaba parado, descalzo, ante una tienda de
zapatos en Broadway, asomándose a la vitrina, y temblando de frío.
Una dama se acercó al muchacho y le preguntó: “Mi jovencito, ¿qué es lo que miras con
tanta insistencia en la vitrina?”
- “Le estaba
pidiendo a Dios que me diese un par de zapatos”, fue la respuesta del
muchacho.
La dama lo tomó de la mano y entraron a la tienda. Le
pidió al vendedor que trajese una media docena de calcetines para el muchacho. Luego,
le preguntó si podía conseguirle una vasija con agua y una toalla.
El vendedor le trajo las cosas rápidamente. Ella se
llevó al muchacho a la parte trasera de la tienda y, quitándose sus guantes, se
arrodilló, lavó sus piecitos y los secó con la toalla.
Para entonces, el vendedor había regresado con los
calcetines.
La dama colocó un par de calcetines en los pies del
muchacho, luego le puso el par de zapatos, y atando el resto de los pares de
calcetines, se los entregó. Le dio una palmadita en la cabeza y le dijo: “No hay duda, mi amiguito, te sentirás más
cómodo ahora”.
Al salir, el asombrado muchacho le tomó la mano y,
mirándola al rostro, con lágrimas en sus ojos, le habló con estas palabras: “¿Es usted la esposa de Dios?”
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¿Dónde está la compasión de los demás en estos
tiempos? Ahora en vez de dar, roban. En vez de ayudar, te desaniman para que no
sigas. En vez de darte la mano, te empujan. Hoy día tienes que tratar de
superarte por tu propia cuenta, porque cada cual empuja su propia carreta, y no
hay quien se compadezca de ti.
Ya no se le puede, ni siquiera, pedir azúcar al
vecino, porque murmura a tus espaldas y te consideran un muerto de hambre. Lo
que no entienden es que todos pasamos por alguna necesidad, sea pequeña o
grande. Y no entienden es que cuando alguien suple una necesidad, Dios lo ve
desde el Cielo, y recompensa quien suplió la necesidad con una gran bendición.
Cada día, la economía va bajando cada vez más. Ya no
se puede ni lavar el auto porque estamos escaseando de agua. Ya no puedes ni
tomar el sol porque la capa de ozono se destruye más cada día y los rayos
ultravioletas pueden causarte cancel en la piel. Estamos en tiempo donde
tenemos que guardar el más mínimo centavo porque no sabemos cuándo nos quedamos
sin empleo, y por tal razón, tenemos que cortar las vacaciones o no tomarlas
para evitar quedarnos en la nada. Entonces, ¿Qué nos queda?; el ayudarnos los
unos a los otros. El ver cuál es la necesidad que hay que suplir.
Entiendo que muchas veces el problema es que la gente
no te deja saber que están en necesidad, por algún ego, y cuando tocan fondo
entonces vienen a ti, en un momento que tú tampoco puedes ayudar.
Tenemos que ser luz en medio de las tinieblas. Dios
siempre se ocupa de nosotros, de los que le buscamos, de los que en las buenas
y en las malas le glorificamos, de los que vivimos con un corazón agradecidos
de él. No podemos pretender que Dios baje a suplir las necesidades de todos,
para eso nos tiene a nosotros en esta tierra, para que alumbremos y seamos como
el ungüento que da alivio al dolor.
Desde luego, solamente ayudamos hasta donde podemos, y
cuando podemos. Y que quede claro que es ayudar en la necesidad, no en la
vanidad, ni en los antojos. La necesidad es la que afecta al humano.
Abre los ojos, mira a tú alrededor, y mira quien tiene
una necesidad. No juzgue a esa persona, no digas “está así por esto o por lo
otro”, no la señales, solo ayúdale con lo que puedas, porque gran recompensa
tendrás de parte de nuestro Señor.
Proverbios
19:17 A
Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a
pagar.
Mateo
5:16 Así brille vuestra luz delante de los hombres, para
que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos.
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