Confía en el Señor

Este hombre estaba en necesidad. Necesitaba comprar alimentos para su familia, pero no tenía dinero, ni empleo. La única solución era comprar fiado en el mercado que acostumbraba hacerlo. Ir a buscar comida al fiado nunca fue ni será jamás algo cómodo. Por el contrario, en algunos casos despierta vergüenza, pero muchas veces es la única solución.
– Lo siento, don Aníbal. Ya tiene una cuenta bastante grande y, perdóneme la franqueza, no veo que consiga trabajo. —le dijo el propietario del negocio.

– Pero lo he intentado. —repuso el hombre.
– No lo dudo, don Aníbal, pero sé que me comprenderá. Son negocios. No puedo dejarme mover por el corazón. —y dio la espalda para atender a un cliente que llegaba.
Aquél día razonó que cuando hay solidez económica, cuando menguan los recursos, todos quieren hacerse a un lado. Es como si dijeran: No queremos estar junto a los fracasados.
Llegó a su casa dispuesto a seguir adelante. No podía darse el lujo de contagiar a su familia con el desánimo. Prometió ir en busca de algo. Y aunque arrastraba los pies con desgana, reemprendió la tarea de buscar trabajo.
Lo embargaba la firme convicción de que, aunque llevaba tres semanas en la misma tarea, Dios lo socorrería. Y la respuesta se produjo. Consiguió trabajo en un taller de mecánica. Lavaba repuestos con gasolina. Poco a poco pudo ponerse al día, saldando la totalidad de las deudas.
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¿Cuántos se han encontrado en la misma situación? Es triste ver como continúa aumentando el desempleo y los padres de familia buscando como llevar el plato a la mesa. Es una situación triste y alarmante, pero manteniendo la fe en el Señor todo seguirá bien.
El asunto con este problema de los desempleos es que muchos no saben cómo llevarlo. Ese problema te quita el sueño, la paz, la armonía, la alegría, el gozo de ver las cosas como tú quieres. Por más que uno quiera, por más fe que tengas, siempre viene la preocupación y el estrés que va arropando a uno poco a poco. Es que somos humanos. Nuestro sentido común nos dice que hay que buscar una solución, y por eso nos desesperamos.
Pero… que bueno que tenemos a un Dios que nos socorre; a un Dios que nos dice “clama a mí y yo te responderé”. Un Dios en quien podemos confiar y poner nuestras cargas y preocupaciones. El Todopoderoso. El dueño del oro y la plata. Ese es nuestro Dios.
Dice en el libro de Lucas 8:22-25 que un día Jesús entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: “Pasemos al otro lado del lago.” Y partieron. Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban. Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, perecemos! Y Despertando Jesús, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza. Y luego les preguntó a sus discípulos; ¿Dónde está vuestra fe? 
Solamente con fe en el Señor, y confiando que pronto nos socorrerá, es como vamos a poder llegar a la bendición. Tal vez vemos las cosas como si el Señor no nos estuviera viendo, pero él está ahí.
Él no llega temprano ni llega tarde, simplemente llega a tiempo.
Salmo 31:1-3 En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; Líbrame en tu justicia. Inclina a mí tu oído, líbrame pronto; Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme. Porque tú eres mi roca y mi castillo; Por tu nombre me guiarás y me encaminarás.

Mateo 7:24-25  Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.

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