¿De qué Madera?

Un grupo de jóvenes amigos de la iglesia local se acerca al ministro que pasaba por la vereda y le hablan de su inquietud:
Estamos convencidos de que nuestra vida tiene sentido desde el llamado que Dios nos dio para servirle, pero en mala fecha nos la propone, porque estamos en junio y ya sabes que empiezan los exámenes.
El ministro pensó un segundo y después de un breve silencio les contó una pequeña historia:

En una pequeña aldea de leñadores había un árbol recio, grande y fuerte. Todo el mundo decía que la calidad de su madera era inmejorable. Lo habían preparado durante años para que alcanzara una cierta envergadura. Pronto sacarían de él gran cantidad de madera, que exportarían a otros lugares durante largo tiempo. Este árbol de excelente calidad iba a ser la fuente de la prosperidad de la aldea durante años. Un día de tormenta un rayo alcanzó al recio árbol, partiéndolo en dos. El impacto hizo saltar una chispa y la madera comenzó rápidamente a arder, consumiéndose en un instante. Sin embargo, el viejo árbol que había al lado, al cual el pueblo estaba dejando morir -pues la madera no era de calidad- resistió a las llamas sin dificultad.
- ¿Cuál creéis que era el árbol de mejor calidad? – pregunto el anciano.
Los jóvenes contestaron inmediatamente: – El que no se quemó.
El ministro añadió: – En verdad, en verdad os digo que se sabe de qué madera está hecho uno cuando el fuego está cerca. - y prosiguió su camino
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¿Cuál ha sido tu excusa cada vez que tienes que hacer algo para la obra de Dios?
A la gente le encanta que Dios los bendiga, que le supla todas sus necesidades, pero cuando son ellos los que tienen que darle a Dios comienzan las excusas para no hacerlo; no puedo, no tengo tiempo, tengo mucho que hacer, etc. Pero luego quieren que el Señor les supla sus necesidades al estilo micro-honda. Todo lo quieren rápido, pero para el Señor, no quieren hacer nada, o lo dejan para cuando, según ellos, puedan.
Algo similar sucedió para los tiempos de Jesucristo en la tierra. Jesús, hablándole a sus discípulos, mientras estaban en la mesa, les dijo: “Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. (Lucas 14:16-20)” Esto lo dijo para enseñarle a sus discípulos que llegará el momento en que muchos tendrán excusas para servirle; hasta para llegar al templo. Por lo tanto, él buscará a aquellos que estén dispuesto a seguirlo en todo momento, sin excusas ni pretextos.
El Señor quiere bendecir a su pueblo. Su anhelo es que nosotros tengamos lo que necesitemos, y más que todo, tengamos su paz, su amor, su apoyo en todo lo que vayamos a hacer, acuerdo a su voluntad. Pero él no se puede alegrar con aquellos que le piden mucho, y no dan nada, ni con aquellos que buscan cualquier excusa para no hacer nada por su obra. Su amor es incomparable, así como su misericordia, pero, como todos, él también tiene sus límites para con nosotros. Él también se entristece y no mueve su mano de bendición para los desobedientes, y los que no lo buscan en espíritu y en verdad.
Ponte al servicio de Dios, sin excusas, sin importar si estas ocupado; has tiempo para el Señor. Porque Dios te dará las fuerzas para seguir, y luego te dará una gran bendición.

Josué 1:9 Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.

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