Jacinto el Jardinero
Jacinto amaba su trabajo. Era el encargado de que el
jardín de la hacienda luciera hermoso y lleno de vida. El dueño de la hacienda
veía cómo Jacinto se entregaba a la tierra que trabajaba, por ello decide
encomendarle una área apartada e inhabitable de la hacienda para que la
convirtiera con sus manos.
El dueño se deleitaba al ver a Jacinto día a día
caminar con su sonrisa y la carretilla llena herramientas, abono, y buenas
semillas.
Llegando la primavera, el dueño se levantó temprano,
muy ilusionado, para ir a buscar a Jacinto y ver lo que había hecho. Su
sorpresa fue ver una tierra pobre y llena de mala hierba.
Jacinto muy apenado le dice:
- No sé qué
pasó, yo la trabajé muy duro, pero solo creció la mala hierba. Le he fallado.
- No te
preocupes hombre – dice el dueño - No
eres tú. Es la tierra que no es fértil para la buena semilla. La mala hierba se
aferra a ella sintiéndose dueña del terreno, matando sin intención a la buena
semilla.
**una historia de Iris M. Figueroa
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¿Cuántas veces has tratado de hacer el bien, y el
resultado es lo contrario de lo que esperabas?
En la vida se nos presentan situaciones que pensamos
poder solucionar, pero a la larga resulta en vano el esfuerzo. Luchamos para
bajar de peso, comenzamos con una dieta y haciendo ejercicios, y luego
regresamos a nuestra pasada forma de vivir; comiendo de todo y sentados,
haciendo nada. Es como si tuviéramos algo interno que no nos deja hacer lo que
queremos.
A veces aconsejamos a alguna persona, con palabras que
salen del corazón con buenos sentimientos, y al final, esas palabras se las
lleva el viento porque la persona que las recibió no las conservó. Luego pensamos
¿Valió la pena? Sí, valió la pena, o, mejor dicho, valió el esfuerzo. Lo que
pasa es que no todos los corazones están aptos para recibir consejos, sino que
ellos siguen a la deriva haciendo lo que ellos piensan que será mejor para
ellos.
Lo mismo sucede cuando queremos labrar la tierra. Hay
tierra buena, hay tierra tratable, y hay tierra que no se puede fertilizar
porque está llena de rocas y tierra seca. A veces pensamos que el vecino tiene
buenas manos para las plantas, y en verdad, lo que tiene es una buena tierra y
adiestramiento para las plantas.
En nuestra vida espiritual vemos cosas similares.
Nuestro Señor Jesucristo nos dio el mejor ejemplo cuando le habló a la multitud
que le rodeaba y les dijo una parábola, en el libro de Lucas 8:5-8 “El sembrador
salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al
camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre
la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre
espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra
parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno”.
Esto lo contó para que entendieran que una vida
espiritual se vive y se acepta de acuerdo con la persona. La gente escucha la
palabra, la recibe, pero el enemigo hace de las suyas para que esa palabra no
haga efecto en sus corazones. Por lo tanto, el enemigo les ofrece posiciones,
riquezas, placeres, y todo lo que le agrada a esa persona, con tal de que la
palabra no eche raíces, y esa persona, endureciendo su corazón, termine
apartándose de la verdad. Sin embargo, hay otros que tiene el corazón
fertilizado, preparados para aceptar todo lo que viene de la palabra de Dios.
El Señor anhela bendecirnos, y no solo eso, él quiere
que nosotros también seamos de bendición para los demás. Por lo tanto, él
siembra en nosotros palabras de vida, de aliento, y de paz para darselas a los que nos escuchan.
Pero, queda de nosotros si aceptamos esa palabra en nuestros corazones, y si queremos darla. Y queda de los demás si la quieren escuchar y aceptar.
No endurezcas el corazón ante el Señor, deja que te
moldee de la forma que él quiere, para que puedas ser de bendición para los
demás, de la misma forma que la tierra fértil permite que la siembra se
reproduzca para que sea de bendición para nosotros.
Lucas 8:15 Mas la que cayó en buena tierra,
éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan
fruto con perseverancia.
Marcos 4:26-27 Decía, además: Así es el reino de
Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta,
de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
Hebreos 3:15 entre tanto que se dice: Si
oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.
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