Los Lentes del Alma
Paula, una joven de escasos 12 años, visitaba por primera vez al
optómetra, el cual le diagnosticó miopía en ambos ojos.
– ¿Sientes que no puedes ver bien de lejos, Paula? – preguntó el doctor.
– Sí, se me dificulta mucho hacerlo.- afirmó Paula
– Te sientes muy mal por esto, ¿verdad?- dijo el doctor
– Sí, lo que más me afecta es que no puedo distinguir a cierta distancia
el rostro de algunas personas, ni observar de lejos el amanecer, las cosas se
me vuelven cada vez más borrosas, y todo a mi alrededor parece tan confuso –
afirmó Paula, triste y preocupada por lo que le ocurría.
– Bueno, para esto hay solución, te formularé unos lentes de acuerdo a
tu problema, para que los utilices permanentemente, y esto te ayudará a ver
mejor.
Pasados unos días, Paula, volvió nuevamente donde el doctor para
reclamar sus lentes nuevos, y al colocárselos miró sorprendida por la ventana
de aquel consultorio.
– ¡Oh, qué maravilloso, por fin puedo ver!
El doctor orgulloso por la labor cumplida, le pregunto:
– ¿Qué observas Paula?
– Veo todas las cosas como son realmente, puedo distinguir el rostro de
las personas, veo los bellos colores de las flores, puedo leer a largas
distancias, pero lo que más me gusta es que puedo ver más claro mi horizonte y
ya no es confuso como antes.
*******
¿Te has preguntado alguna vez si verdaderamente le sirves a Dios como
debe ser, o simplemente le sirves como te han enseñado? Hay muchos que caminan
con su vista espiritual nublada o confusa puesto que no han decido, de corazón,
buscar la verdad que se encuentra en la palabra de Dios.
Desde que somos pequeños comenzamos a vivir la vida espiritual que
nuestros padres nos enseñan, y la que la iglesia nos presenta. Nos enseñan como
orar, a quien orar, como vivir una vida espiritual, como vivir nuestra vida
diaria con los demás, etc. Pero, puesto que somos niños, no nos presentan esas
enseñas por la biblia. Y nosotros como niños actuamos de acuerdo a la enseñanza
que nos han dado, porque confiamos que nuestros padres tienen la verdad.
Pero cuando llegamos a adultos, cuando tenemos la edad para entender las
cosas con más claridad, podemos buscar, por nuestra propia cuenta, cual es la
verdadera forma de vivir una vida espiritual. Nuestros ojos espirituales
comienzan a ver con más claridad atreves de la palabra. Podemos leer la palabra
de Dios y darnos cuenta si la forma que nos enseñaron era la correcta o no.
Dios quiere que vivamos la vida caminando de la forma en que caminó Jesucristo.
Que lo sigamos a él e imitemos sus pasos. Él quiere que veamos con claridad la
forma en que podremos llegar a su reino. Jesucristo dijo en el libro de Juan 14:6 “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” Sin embargo muchos
quieren orar al Padre, llegarse hasta él, pero no lo hacen a través de
Jesucristo, sino a través de los hombres y mujeres que fueron creados por Dios,
los cuales ahora mismo descansan en el trono de Dios.
Los tiempos marcan y señalan el regreso de nuestro Señor Jesucristo para
buscar a su pueblo. Tenemos que vivir de acuerdo a las escrituras, y no de
acuerdo a como muchos quieren enseñar, o de acuerdo a nuestros propios
pensamientos. Así veremos con claridad el camino que debemos tomar.
Escudriña la biblia, ella es el lente que nos enseña las cosas con
claridad. Ora al Padre celestial, pídele que aclare tu visión espiritual, para
que vivas como él quiere, y así puedas ser digno de escapar de las cosas que
han de venir para esta tierra.
Juan 7:17 El que quiera hacer la voluntad
de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia
cuenta.
Juan 8:31-32 Dijo entonces
Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi
palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad
os hará libres.
Mateo 7:7-8 Pedid, y se os
dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide,
recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Lucas 21:36 Velad, pues,
en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas
cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
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