El Vendedor de Globos

Hace varios años, un vendedor de globos vendía su producto en las calles de Nueva York.
Cuando el negocio bajaba soltaba un globo. Al flotar en el aire se reunía una nueva multitud de compradores y su negocio se fortalecía por unos minutos.
Alternaba los colores; primero uno blanco, luego uno rojo y después uno amarillo. Al cabo de un tiempo un pequeño niño negro le haló la manga del saco, miró al vendedor a los ojos y le preguntó:
- “Señor, si suelta un globo negro, ¿subiría?

El vendedor de globos miró al pequeño y con compasión, sabiduría y comprensión le dijo:
- “Hijo, lo que los hace subir no es la forma ni el color, sino lo que está adentro de ellos”
Ciertamente el niño tuvo la fortuna de encontrar a una persona que veía no solo con sus ojos. La persona que puede ver con el corazón, también puede alcanzar a tocar el espíritu dentro de otro ser humano y revelar lo bueno que hay en su interior.
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¿Te has preguntado alguna vez como serias si tu piel, tus ojos, y tu pelo fueran de otro color del que Dios te dio? Talvez serias otra persona, con otra personalidad.
Dios nos hizo como quiso hacernos. A cada cual nos dio nuestros colores, estatura, y forma. Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos (Salmo 100:3). De la forma que Dios nos hizo nos encuentra perfectos. Somos una obra maestra de sus manos. Pero, pregunto yo… ¿Por qué algunos hacen que Dios se sienta como que lo que él hizo no es perfecto? Solamente lo pregunto porque he escuchado mucha gente decir “tengo que arreglarme” y lo que hacen es que se cambian el color de los cachetes, los labios, los ojos, el pelo, etc. Entonces yo entiendo que cuando dicen “arreglarme” no es que tengan algo dañado, sino, imperfecto.
Dios nos ama como somos. ¿Le cambiaria usted la nariz, los ojos, o el color de piel a su hijo solo para quererlo más? No. Usted ama a sus hijos tal y como son. Ellos podrán tener una nariz más larga que la de Pinocho, los ojos más negros que la noche, la cara más jincha (blanca) que la nieve y usted daría cualquier cosa por la felicidad de ese hijo porque usted lo ama tal y como es, y por nada del mundo quisiera que le cambiaran algo; porque es único, nadie se parece a él o ella. Y las puertas de su casa siempre están abiertas para ellos.
Así es Dios con nosotros. Él nos ve perfectos, como hijos suyos que somos. Pero hay hijos que piensan que lo de afuera es lo importante, sin darse cuenta que lo que Dios ve es el corazón, pero reconoce su físico. Así como un padre reconoce a sus hijos y se dan cuenta cuando algo ha cambiado por fuera, también reconoce lo que lleva dentro, y se da cuenta si algo ha cambiado por dentro.
El ser humano mira las cosas a su manera, de acuerdo a lo que ven sus ojos. Pero Dios lo mira por dentro. Porque de acuerdo a lo que hay dentro es que podrá elevarse al cielo, hacia su trono.
El Señor dijo en su palabra en Apocalipsis 3:20-21  He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
Para entrar al trono de Dios tenemos que llevar al Señor dentro de nosotros. Nosotros no conocemos el camino ni la forma de llegar al cielo, por lo tanto, necesitamos la guianza del que nos llamó a ser santos.
No te desesperes por lucir de forma diferente por fuera, ya estás bien como Dios te hizo. Preocúpate por llevar por dentro a Jesucristo, porque lo que está dentro de ti es lo que te hará subir.
Proverbios 23:26 Dame, hijo mío, tu corazón y miren tus ojos por mis caminos.
Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo 

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