Lágrimas de Despedida – Cuando una madre se va.
Hay madres
que hoy sufren; no porque estén solas, ni porque les haga falte dinero, sino,
porque sienten el dolor de no saber ni escuchar nada de sus hijos.
¿Cómo es
posible que una mujer, después de haber sufrido los dolores de parto, de haber
pasado tantas noches sin dormir preocupada su criatura, alimentándole cada día
para que crezca, educándole para que sea una persona de bien, tenga que sufrir
la necesidad de escuchar o ver a su hijo?
¿Cómo es posible que existan hijos que no se preocupen por llamar o visitar a esa mujer que le dio a luz y le entregó su amor sin nada a cambio?
Porque si
hoy estamos vivos, a parte de ser por la voluntad de Dios, es porque una madre
decidió no abortarnos. Antes de que la enfermera o partera te llevara a darte
tu primer baño, ya tu madre te había bañado con su propia sangre, con dolor en
su carne, arriesgando su vida para darte la tuya.
Y eso no es que lo hagas una vez al año en el día de las madres. No, eso hay
que hacerlo todo el tiempo. Si vives lejos de ella, llámala aunque sea una vez por
semana, pero llámala. Demuéstrale que tú te preocupas por ella.
Yo compuse una canción, la cual grabé unos años atrás, la cual quiero compartir
con ustedes. Esta canción lleva por titulo “Lágrimas de Despedida”. Yo no viví
esta historia, pero tal vez muchos la han vivido. Muchos que se han olvidado de
sus madres, y ahora darían todo lo que tienen por poder verla, hablarle, y
decirle cuanto la aman.
La canción trata de un joven que hoy sufre la perdida de su madre, porque él
nunca le demostró su amor.
Así dice la canción ‘Lágrimas de Despedida:
“He llorado
tantas veces tu partida, que no puedo soportar el gran dolor.
Porque nunca valoré mientras vivías, el cariño que me dabas con amor.
Y aquí solo, voy pensando cada día que yo nunca demostré mi gran amor.
Pero ahora que no estas, madre querida, me doy cuenta que yo he sido un
pecador.
Porque yo nunca te honré mientras vivías, y sufrías por mi mala compasión.
Y aquí
estoy yo, llorando así; ahora que ya te perdí.
Pues me olvidaba que una vez yo pude ser el dolor de tu carne al nacer.
Y allí el
primer baño que me di, fue el de tu hermosa sangre sobre mí.
Y hoy que tú no estás, madre querida, me bañan lágrimas de despedida.
Yo nunca valoraba tu existir, y hoy quisiera verte junto a mí.
Si hubiera demostrado que te amaba, por mi tú no tuvieras que sufrir.
Yo,
perdido, un vagabundo por las calles, en las drogas, las mujeres, y licor.
Pero nunca me acordaba que mi madre desvelaba por su hijo en un rincón.
La veía siempre orando y angustiada por el hijo que no le brindaba amor.
Y aún perdido, madrecita, tú me amabas. Como quiera me dabas tu bendición.
Esa madre que por mi se desvelaba, me miraba como si yo fuera el mejor.”
No te
olvides de tu madre. Demuéstrale cuanto la amas.
Prov 1:8 Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre;
Prov 15:20 El hijo sabio alegra al padre; mas el hombre necio menosprecia a su madre.
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