Había una pequeña niña que verdaderamente parecía creer en el poder de
la oración. Sus padres se sorprendían a menudo del vigor con que oraba y su
inquebrantable confianza en que Dios no solo había escuchado sus oraciones,
sino que estaba en el proceso de contestarlas de la manera que ella deseaba.
Un día, su hermano mayor construyó una pequeña trampa para cazar
gorriones, y a la niña le pareció muy repugnante. Sintió pena por los pájaros
que pudiese cazar y se enojó con su hermano por lo que estaba haciendo. Cuando
él se negó a responder a sus discusiones y ruegos, ella le informó a él y a
toda la familia: “Voy a orar por esto”.
Tres noches después, su rostro estaba radiante mientras oraba a la hora
de acostarse, expresando con absoluta fe su seguridad en que las trampas no
iban a funcionar, y que ningún pájaro sería lastimado.
Luego de terminar su oración, le preguntó su madre: “Hija, ¿cómo puedes estar tan segura de esto?”
La pequeña sonrió y dijo: “Porque
salí hace tres días y rompí la trampa a puntapiés.”
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¿Cuántas veces has clamado a Dios por algo, y vez que nada ha sucedido?
La gente reconoce que Dios está pendiente a los asuntos de su pueblo, y
que les ayuda en todo lo que su pueblo necesite. Pero, muchos no entienden que
Dios no es nuestro siervo, ni nuestro esclavo, que él no va a hacerlo todo por
nosotros, y que nosotros tenemos que movernos, dirigidos por el Espíritu, en el
tiempo que Dios diga.
Si queremos una bendición tenemos que buscarla con nuestro esfuerzo para
que el Señor nos bendiga. Tenemos que luchar por eso, y no hacernos los tontos
cuando sabemos que podemos hacer las cosas por nosotros mismos. Dios no lo va
hacer todo por nosotros, él hará lo que nosotros no podamos hacer, pero
nosotros haremos la mayor parte.
Cuando Moisés y el pueblo se vio acorralado entre el mar Rojo y los
egipcios, clamaron a Dios y Dios le dijo lo que tenían que hacer. Esto dice en Éxodo 14:15-16 “Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de
Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y
divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco.” El
pueblo tenía que marchar, no ponerse a reclamar y a murmurar contra el líder que
Dios puso al frente. Eso demuestra la poca fe que aquella gente, al igual que
mucho en estos días, tenía en Dios. Cuando Moisés y el pueblo hicieron lo que
Dios dijo, entonces Dios hizo el milagro de mantener el mar abierto para que el
pueblo pasara. Moisés hizo su parte, y Dios hizo la de él.
Cuando Josué fue a tomar posesión de Jericó, Dios le dio directrices de
lo que tenían que hacer. Jehová le dijo en Josué
6:2-3 “Mira, yo he entregado en tu
mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra. Rodearéis, pues, la ciudad
todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez; y esto
haréis durante seis días.” Y el Señor le dijo las cosas que tenían que
hacer. En el séptimo día tenían que darle siete vueltas a la ciudad, y tocar
las bocinas, y luego gritar a gran voz, entonces el muro de la ciudad caería.
El pueblo tenía que moverse, no podía quedarse sentado a que Dios tumbara las
murallas. Si nosotros queremos lograr algo no podemos sentarnos, tenemos que
marchar y declarar victoria en el nombre del Señor, caminando con fe que el
Señor hará su parte.
Hay gente que se encuentra enferma, pero pueden moverse para llegar al
templo a buscar una bendición de parte de Dios, pero en vez de ir al templo
prefieren quedarse en su casa, escuchando la palabra por radio o televisión,
esperando a que Dios haga un milagro. Algo similar pasó con Naamán, el cual la
biblia lo describe como un hombre valeroso en extremo, pero leproso. Este
hombre había escuchado del profeta Eliseo, y fue a visitarlo para que orara por
él y sanara su lepra. Pero Eliseo le envió un mensajero diciendo; 2Reyes 5:10 “Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y
serás limpio.” Cuando Naamán escuchó esas palabras se enojó, porque sabía
que con solo una oración podía ser sanado. Pero tuvo que moverse para lograr
ese milagro, esa bendición, en su vida. Dice en 2Reyes 5:14 “Él entonces
descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del
varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.” Dios
obra de manera sobrenatural cuando sus hijos luchan por una bendición.
En la familia, a veces, hay necesidad, aún entre las amistades. Hay quienes comienzan a orar a Dios para que esa necesidad sea cubierta por Dios, mientras Dios le está diciendo a la persona que ora "dale, porque para eso te he bendecido". Si podemos ser de bendición para otros, ¿Por qué esperar a que Dios haga algo, cuando nosotros podemos hacerlo?
Hagamos siempre la voluntad de Dios. Pongamos todas las cosas en sus
manos para que se haga su voluntad, pero, trabajemos sabiendo que todo depende
de nosotros. No culpemos a Dios por las cosas que no luchamos por lograr. Dios
siempre tiene su oído presto para sus hijos; solo tienes que pedirle,
levantarte, y moverte, entonces él hará.
Santiago 2:26 Porque como el cuerpo sin
espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
Jeremías 33:3 Clama a mí, y yo te responderé, y
te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.
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