Desde la muerte de su padre, la familia de Roberto, un
niño de 9 años, había luchado por subsistir. La madre trabajaba el turno de la
noche en el hospital, pero lo poco que ganaba no le alcanzaba para más que lo
estrictamente necesario.
Lo que le faltaba en lo material a la familia de
Roberto, lo compensaba en amor y unidad familiar. Sus hermanas ya le habían
hecho un lindo regalo de navidad a su mamá. Lo que para Roberto no era justo,
porque ya era nochebuena, y él no tenía absolutamente nada que darle a su madre.
Procurando contener las lágrimas, se encaminó hacia la
calle donde él había visto tiendas. Contempló las vidrieras decoradas, pero cada
una mostraba regalos que él jamás podría comprar.
Ya, atardeciendo, Roberto se dio vuelta, cabizbajo,
para volver a su casa, y notó de pronto una moneda que brillaba en la acera; nadie
jamás se había sentido tan rico con una moneda.
Así que fue a una florería que vio en frente, e hizo
cola detrás de unos clientes. Cuando le llegó el turno a Roberto, el dueño del
establecimiento le preguntó.
- ¿En qué puedo
servirle, jovencito?
Roberto le mostró la moneda y le preguntó si eso le
alcanzaba para comprar una flor para su mamá como regalo de Navidad. El
comerciante lo miró con ternura, se agachó para estar a su nivel y le dijo:
- Espera aquí un
momento, que voy a ir a ver si hay algo que pueda servirte.
Al rato, el dueño regresó con una docena de rosas
rojas.
- Ahora sí me
puedes dar la moneda que tienes en la mano, jovencito - le dijo el hombre -
Imagínate que tenía estas rosas a un
precio rebajado, ¡la docena por una sola moneda! Menos mal que llegaste a
tiempo para comprarlas; si no, ¡nadie hubiera aprovechado esta magnífica
oferta! Entonces, Roberto le dio las gracias, muy gozoso, le pagó y se fue.
Más tarde el conmovido dueño le contó a su esposa lo
sucedido:
- Esta mañana,
antes de abrir el local, percibí como que una voz me decía que apartara una
docena de mis mejores rosas para un regalo especial. No sabía por qué, pero lo
hice. Luego, antes de cerrar, un niño entró con la intención de comprarle a su
mamá una flor con una sola monedita. Ese niño era como yo hace muchos años. Yo
tampoco tenía nada con qué comprarle un regalo de Navidad a mi madre. Pero un
desconocido me vio en la calle y me dijo que sentía que debía darme dinero.
¡Era más que suficiente para comprarle un regalo a mamá! Cuando vi a ese niño
esta noche, supe de Quién era esa voz, así que fui y le arreglé aquellas rosas.
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¿Te has visto en la posición de ayudar o de darle algo
a alguien, con tal de darle felicidad a esa persona?
Que pena, que hoy día, la gente se ocupa más por ellos
mismos que de los demás. Son pocos los que se preocupan por el vecino, y los
necesitados. La mayoría solo piensa en como lograr obtener más de lo que ya
tienen suficiente.
Para muchos, la navidad es muy triste. Aunque es un
tiempo de reflexionar en lo que el Señor nos ha dado, y en recordar que una vez
nuestro padre celestial nos dio el mejor de los regalos, a su hijo Jesucristo,
hay quienes piensan que esto es una época de tristeza, desespero, y muchas
preocupaciones. Es entonces, el momento para que los que han sido bastante
afortunados ayuden y le den la mano a los menos afortunados. Es momento de
compartir con el que no tiene, o el que tiene poco. Es el tiempo de perdonar,
olvidar y buscar la paz con todos. No es tiempo de gastar dinero, sino de
compartir.
Hay veces que a nuestra mente llegan pensamiento de
querer ayudar a cierta persona, y luego pensamos que son tonterías nuestras o
que tal vez lo pensamos porque sabemos que tal persona se encuentra en alguna
necesidad. Y no nos damos cuenta de que es el Señor tocando nuestro corazón
para que seamos de bendición para otros, para luego, tener una razón más para
bendecirnos a nosotros.
Es tiempo de darle a los demás el gozo que se siente
el saber que nos ha nacido el salvador. Que, aunque ya vive y reina en los
cielos, lo llevamos en nuestro corazón, y celebramos ese momento con gozo;
llevándole paz, gozo y felicidad a los demás.
Lucas 2:10-11 … No temáis;
porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os
ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
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