El Cerdo y El Cordero
Hay un viejo cuento acerca del cerdo (puerco, cochino,
chancho, marrano, etc.) y el cordero. Cuenta la historia que un agricultor
llevó un cerdo a la casa. Lo bañó, le aseó las patas, le roció con un perfume
muy fino, en su cuello puso un adorno, y le dejó entrar a la sala. El cerdo
tenía un aspecto magnífico. Estaba tan limpio y fresco que parecía que iba a
ser aceptado en la sociedad y entre los amigos. Durante algunos momentos fue un
animal domesticado y muy correcto. Pero tan pronto se abrió la puerta, el cerdo
salió de la sala y se metió al primer lodazal que encontró.
¿Por qué? Porque todavía era cerdo. Su naturaleza no
había cambiado. Había un cambio exterior, pero el interior era el mismo.
Luego, consideró llevar a un cordero. Colocó al
cordero en la sala y luego lo mandó para el patio. El cordero hizo todo lo
posible para evitar todos los charcos y lodazales que había en el patio, para
no ensuciarse. ¿Por qué? Porque su naturaleza es la del cordero.
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¿Eres tú por dentro, lo que demuestras ser por fuera?
Hay gente que pretender ser una personal cordial,
respetuosa, decente, muy cristiano, y todo lo positivo que se puede ver en una
persona. Pero, al dar la espalda se le cae el disfraz que lleva por encima
porque su naturaleza es la de hacer el mal. Tal vez no son criminales, ni están
en las drogas, ni en ninguna posición que pueda ser ilegal o de delito, pero
psicológicamente hace daño a muchos. Tal vez es una persona que llega al templo
buscando que el Señor haga un cambio en su vida, pero eso no se consigue con
solo llegar al templo, si no dejando que el Espíritu de Dios trate con su vida.
En la vida espiritual vemos a muchos disfrazados de
cordero, pero por dentro son lobos buscando a quien devorar. Hoy día vemos predicadores
que van y vienen por todos lados, pero cuando se les pregunta quién es su
pastor o a que congregación pertenecen tratan de cambiar el tema, o te dicen un
nombre ficticio para no ser descubierto. La culpa no es de ellos, sino de
aquellos que los invitan a predicar sin investigar su antecedente; lo que
muchos conocen como “su background”; de donde viene, y quien lo envía. Ellos
van por lugares que no los conozcan en busca de ofrendas y de ovejas que se
dejen controlar. Su espíritu no es el de Dios, sino el de su peor enemigo.
Así andan muchos en el mundo. Pablo dice en su carta a
los corintios en 1 Corintios 2:14 “Pero el hombre natural no percibe
las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las
puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” Todo aquel que ande pretendiendo ser del
Señor y no lo es, es similar a este hombre natural que no puede percibir las
cosas del Señor. No las entiende, y actúa como si fuera todo un hombre de Dios.
Pero si lo llevas un club o a alguna fiesta familiar, te darás cuenta de lo que
lleva por dentro, porque no aguantará la tentación.
El Señor busca a verdaderos adoradores que lo busquen
en espíritu y en verdad. Él busca a alguien que se aparte del mundo pasado y
esté dispuesto a servirle y vivir como una nueva persona (2 Corintios 5:17).
Él no busca a los que le entregan su corazón y luego se lo quitan, y así mismo
se regresan al lodo de donde salieron, sino, al que se lo entrega y se
convierte en su servidor.
1Pedro 1:22-23 Habiendo purificado vuestras almas por la
obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no
fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos,
no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que
vive y permanece para siempre.
Juan 3:3-5 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te
digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo
le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por
segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de
cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar
en el reino de Dios.
Juan 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del
Espíritu, espíritu es.
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