El Poder del Amor


Hay una vieja fábula acerca del Viento y el Sol. Se dice que un día discutían acerca de cuál de los dos era más fuerte. Cada uno exponía sus razones defendiendo su postura. De pronto vieron un anciano que avanzaba por el camino con su capa sobre los hombros. El Viento y el Sol decidieron probar con el anciano sus respectivas teorías y acordaron que por turno emplearían sus fuerzas para ver quién era capaz de quitarle antes la capa.
Quedaron en que el Viento empezaría primero. El Sol se ocultó tras las montañas y el Viento empezó a soplar con fuerza. Al notar el fresco y la fuerza del viento el anciano se protegió mejor con su capa. Al aumentar el Viento su velocidad y fuerza, con tanta más energía el anciano se ceñía la capa alrededor de su cuerpo. El Viento sopló con violencia tal que casi tumbaba al anciano, pero éste se aferraba aún más a su capa. El Viento insistió de mil maneras pero nada logró. Por fin, se declaró vencido.

A poco, el Sol apareció otra vez por las montañas y empezó a caldear con sus rayos la tierra. Todo empezó a recobrar la tibieza que aporta el Sol con su calor. Pronto el anciano empezó a aflojarse la capa. A medida que el Sol aumentaba su calor, el anciano iba desabrochando su capa, hasta que molestándole por el calor, se la quitó y la llevaba al brazo.
Una vez más se demostró que la fuerza y la violencia no logran en definitiva arrancar nuestras capas (ideas, conceptos, hábitos, etc.); sólo el calor del amor termina convenciéndonos, y solos nos desprendemos de nuestras capas.
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¿Alguna vez has sentido que tuviste que hacer algo a la fuerza; sea por obligación o amenaza?
No hay nada peor que uno tenga que hacer algo, y sentirse obligado a hacerlo. Cuando las cosas se hacen de tal manera no tiene buen resultado; y si lo tuviera, a la larga se convierte en coraje, decepción, arrepentimiento, u odio.
Hay gente que piensa que todo se logra gritando, insultando, o amenazando con autoridad todo el tiempo. Tales personas piensan que son lo mas grande de este mundo, y que hay que hacer las cosas como ellos piensan o sienten que así debe ser; por más equivocados estén. No hay quien los haga pensar que están en error, porque piensan que están bien en todo.
Esto dice la palabra referente a cómo el Señor ve a tales personas; en el Salmo 11:5Jehová prueba al justo; Pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece.” El Señor aborrece a la gente que piensa que todo se obtiene con violencia, insultos, u otra cosa que no sea amor. Por eso él no obliga a nadie a servirle o amarle. El Señor no nos obliga a que vayamos a la iglesia, ni a nada que tenga que ver entre su amor y el nuestro. Él quiere que todo lo hagamos por amor, no por obligación, sino como dice en 1Corintios 16:14Todas vuestras cosas sean hechas con amor.”
El Señor nos ama con un amor incondicional. Él quiere que lo amemos de la misma manera; de corazón agradecido. Debemos amarlo porque él nos amó primero, porque todo lo que tenemos se lo debemos a él, porque entregó a su hijo por nosotros por amor, y no nos ha cobrado nada a cambio. Debemos amarlo porque él es nuestro Señor, el que vela por nosotros día y noche. De tal forma debemos amar y tratar a los demás.
La violencia nos llevará a la cárcel o a recibir algún mal, mientras que el amor nos lleva a la paz y la felicidad con los demás, y con nuestro Señor. Alguien podrá llevar tu carga por tres millas, obligado; pero con amor te la llevará mucho más lejos. Aprende del Amor del Señor.
Isaías 59:1-2 He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.
Miqueas 2:1-2 ¡Ay de los que en sus camas piensan iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en su mano el poder! Codician las heredades, y las roban; y casas, y las toman; oprimen al hombre y a su casa, al hombre y a su heredad.
Colosenses 3:23-24 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.

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