La Carreta


Un día salió Juanito a caminar con su padre. Después de un rato caminando y hablando el padre se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio le preguntó a Juanito:

- Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?

Juanito agudizó sus oídos por algunos segundos para poner atención a algún sonido, y más luego respondió: Estoy escuchando el ruido de una carreta.

- Eso es -dijo su padre-. Es una carreta vacía.


 Preguntó Juanito: ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos?

Entonces su padre respondió: Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace.

Pasó el tiempo,  y Juanito se convirtió en adulto y hasta hoy cuando ve a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y haciendo de menos a la gente, tiene la impresión de oír la voz de su padre diciendo: "Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace".

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¡Qué mucho habla la gente! Especialmente aquellos que tienen nada que decir, o que lo que tienen que decir no tiene ningún significado. Hay quienes hablan sin sentido, y los que hablan con sentido hablan demás. Hay de los que hablan para alagarse, o alabarse, o talvez porque piensan que por el mucho hablar son más importante que los demás.

Pero yo he aprendido un refrán desde pequeño que la persona que habla mucho, pero sin ningún sentido es un “Perro viejo ladrando mucho”. Hay veces que vas a un lugar y comienzas una conversación, pero por alguna razón solo una persona es la que habla, no deja a nadie más hablar, piensa que tiene toda la razón y que a esa persona solamente debemos escuchar, como si la opinión de los demás no contara para nada. Muchas veces notamos que lo que pasa con esa persona es que no la dejan hablar en su casa, o que piensa que todo lo sabe.

También vemos a los que hablan con arrogancia, y regularmente usan las frases como: “¡Conmigo que no se meta, porque yo si soy verdad!”, “¡Que se atreva a decirme algo para que vea…!, y así sucesivamente hablan como si fueran lo más grande del mundo. Tienen tanta fuerza en su boca, que ellos mismos se creen lo que dicen. Eso me recuerda a otro refrán que aprendí de pequeño; “Perro que ladra no muerde”.

Esas clases de personas son gente vacía que hace mucho ruido. Talvez por falta de atención, o porque eso es lo que han visto y aprendido en el transcurso de sus vidas.

Pero, ¿Qué tal del que habla mucho de la palabra de Dios, y ni siquiera lee la biblia? ¿De la persona que discute por todo lo referente a la religión, solamente porque lo escuchó de los labios de algún predicador, pero no se preocupa por buscar para ver si es verdad o no lo que escuchó? Tal persona hace mucho ruido, pero está completamente vacía de la palabra de Dios.

Cuando Dios nos habla, no nos detiene por horas hablando, él nos dice justamente lo que debemos escuchar y nada más. Él nos dice; “Ve aquí o ve haya, di esto o di lo otro”…etc. Hay quienes hablan o predican como si le hablaran a gente incapacitada del oído, pensando que si no hablan por horas la gente no lo van a entender. Aprendamos a frenar nuestra boca, no seamos los aburridos de la fiesta, y aprendamos a escuchar a los demás también, así como Dios nos escucha a nosotros.

Proverbios 10:19  En las muchas palabras no falta pecado; más el que refrena sus labios es prudente.

 

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