La Carreta
Un día salió
Juanito a caminar con su padre. Después de un rato caminando y hablando el
padre se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio le preguntó a
Juanito:
- Además del
cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?
Juanito agudizó
sus oídos por algunos segundos para poner atención a algún sonido, y más luego
respondió: Estoy escuchando el ruido de
una carreta.
- Eso es -dijo su
padre-. Es una carreta vacía.
Preguntó Juanito: ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos?
Entonces su padre
respondió: Es muy fácil saber cuándo una
carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es
el ruido que hace.
Pasó el
tiempo, y Juanito se convirtió en adulto
y hasta hoy cuando ve a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la
conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que
tiene, sintiéndose prepotente y haciendo de menos a la gente, tiene la
impresión de oír la voz de su padre diciendo: "Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace".
*******
¡Qué mucho habla
la gente! Especialmente aquellos que tienen nada que decir, o que lo que tienen
que decir no tiene ningún significado. Hay quienes hablan sin sentido, y los
que hablan con sentido hablan demás. Hay de los que hablan para alagarse, o
alabarse, o talvez porque piensan que por el mucho hablar son más importante
que los demás.
Pero yo he
aprendido un refrán desde pequeño que la persona que habla mucho, pero sin
ningún sentido es un “Perro viejo ladrando mucho”. Hay veces que vas a un lugar
y comienzas una conversación, pero por alguna razón solo una persona es la que
habla, no deja a nadie más hablar, piensa que tiene toda la razón y que a esa
persona solamente debemos escuchar, como si la opinión de los demás no contara
para nada. Muchas veces notamos que lo que pasa con esa persona es que no la
dejan hablar en su casa, o que piensa que todo lo sabe.
También vemos a
los que hablan con arrogancia, y regularmente usan las frases como: “¡Conmigo
que no se meta, porque yo si soy verdad!”, “¡Que se atreva a decirme algo para
que vea…!, y así sucesivamente hablan como si fueran lo más grande del mundo.
Tienen tanta fuerza en su boca, que ellos mismos se creen lo que dicen. Eso me
recuerda a otro refrán que aprendí de pequeño; “Perro que ladra no muerde”.
Esas clases de
personas son gente vacía que hace mucho ruido. Talvez por falta de atención, o
porque eso es lo que han visto y aprendido en el transcurso de sus vidas.
Pero, ¿Qué tal del
que habla mucho de la palabra de Dios, y ni siquiera lee la biblia? ¿De la
persona que discute por todo lo referente a la religión, solamente porque lo
escuchó de los labios de algún predicador, pero no se preocupa por buscar para
ver si es verdad o no lo que escuchó? Tal persona hace mucho ruido, pero está
completamente vacía de la palabra de Dios.
Cuando Dios nos
habla, no nos detiene por horas hablando, él nos dice justamente lo que debemos
escuchar y nada más. Él nos dice; “Ve aquí o ve haya, di esto o di lo
otro”…etc. Hay quienes hablan o predican como si le hablaran a gente
incapacitada del oído, pensando que si no hablan por horas la gente no lo van a
entender. Aprendamos a frenar nuestra boca, no seamos los aburridos de la
fiesta, y aprendamos a escuchar a los demás también, así como Dios nos escucha
a nosotros.
Proverbios 10:19 En las
muchas palabras no falta pecado; más el que refrena sus labios es prudente.
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