¡Para alguien sí tiene sentido!
Un niño de
siete años a primera hora de la mañana corrió hacia la playa y vio que estaba
repleta de estrellas de mar. La marea de la noche las había botado en la arena.
De manera que este niño comenzó a tomar estrellas de mar, correr hasta el agua
para arrojarlas tan lejos como pudiera. No pasó mucho tiempo cuando se le
acercó un anciano y le preguntó: – ¿Hijo, pero qué haces?
Los cristianos tenemos un problema, aunque no todos, y es que por donde quiera que vamos pasamos frente a gente con necesidad de ayuda, talvez no materialmente, pero espiritualmente. Pensamos en que talvez haya otra oportunidad para ayudarle o hablarle de Cristo, y se nos muere en el mar de la perdición. Hay quienes ponen pretextos en sus mentes… “no me va a escuchar, me va a dar la espalda, talvez pertenece a otra religión, etc… y talvez esa persona se encuentra en ese estado porque no ha habido alguien que le diga “Cristo te ama”.
– Estoy arrojando estas estrellas de mar de
regreso al océano.
El anciano
lo vio y le dijo: – Hijo, ¿Sabes que lo
que haces no tiene sentido? Jamás podrás salvarlas a todas.
El niño se
detuvo un instante, miró la estrella que llevaba en la mano, giró, y con un
movimiento parecido a un baile, la devolvió al océano y con una sonrisa
respondió… – ¡Para esa estrella sí tuvo
sentido!
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¿Cuánta
necesidad tiene el mundo de ser rescatada del mal y del pecado, y no hay quien
lo pueda ayudar?Los cristianos tenemos un problema, aunque no todos, y es que por donde quiera que vamos pasamos frente a gente con necesidad de ayuda, talvez no materialmente, pero espiritualmente. Pensamos en que talvez haya otra oportunidad para ayudarle o hablarle de Cristo, y se nos muere en el mar de la perdición. Hay quienes ponen pretextos en sus mentes… “no me va a escuchar, me va a dar la espalda, talvez pertenece a otra religión, etc… y talvez esa persona se encuentra en ese estado porque no ha habido alguien que le diga “Cristo te ama”.
No hay que
ser un predicador o evangelista para hacer la labor que el Señor nos encomendó de
predicar este evangelio. La encomienda era de ir; no solo a sus discípulos en
ese momento, sino a los discípulos que estamos en estos tiempos, a los que le
seguimos y guardamos su palabra.
Una de las
armas más poderosas que tenemos en nuestras manos para rescatar a los que están
perdidos, sin fe ni esperanza, muriéndose en el pecado, es el Facebook. ¿Hay en
estos días algo más poderoso que eso? Millones y millones de personas pierden
el tiempo metidos en esa página, como si la página los hipnotizara o enviciara.
Y en vez de aprovechar ese tiempo para lanzar un mensaje de salvación, de amor,
de esperanza, envían un mensaje de bochinche, de chisme, de odio, de insultos,
y miles de cosas más, pero nada de la palabra de Dios. Luego le pedimos a Dios
que se compadezca de nosotros, pero nosotros no nos compadecemos de los demás.
No hay nada
más desagradable que ver una persona que, supuestamente, tiene valores
cristianos y siempre está trabajando en los asuntos de la iglesia, meterse al
Facebook y criticar a sus familiares y amigos, y aun a la misma iglesia en que
asiste, la que le da el pan espiritual.
Cuando Adán
y Eva pecaron, Dios sabía que desde entonces este mundo iba a ir de mal en
peor. ¿Y qué hizo? Envió a su hijo, unigénito, Jesucristo, por ti y por mí para
librarnos del mal que nos rodea, y para que podamos tener el perdón de los
pecados y la salvación de nuestra alma.
Si Dios lo
hizo por nosotros, hagámoslo por los demás. Talvez para ti no tenga sentido
hablarle a algún drogadicto o borracho en la calle, o por Facebook, porque
talvez piensas que esa persona no te hará caso. Pero para esa persona tiene
sentido el que le hayas hablado porque ahora tiene una esperanza de dónde
agarrarse, y quién sabe si se aparece por tu iglesia agradecido por esa persona
que lo libró de morir en el pecado. Y toda la gloria se la darás a Dios.
Marcos 16:15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad
el evangelio a toda criatura.
Lucas 10:2 Y les decía: La mies a la verdad es mucha,
más los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a
su mies.
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