Dos Monedas

Una historia cuenta que un estudiante universitario salió a dar un paseo con su profesor, quien por su bondad era considerado como un buen amigo por sus alumnos.

Mientras caminaban, vieron un par de zapatos viejos, pensaron que seguramente pertenecían a un humilde trabajador del campo de al lado, que estaría a punto de terminar su jornada.

El alumno dijo al profesor: “Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre”.

Mi querido amigo – le dijo el profesor – nunca tenemos que divertirnos a expensas de los pobres. Tú eres rico y en lugar de burlarte, pudieras  darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre. Así lo hizo y luego ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos.

El hombre pobre, terminó sus tareas y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y abrigo. Cuando se puso su zapato, notó que había algo adentro, se agachó para ver qué era y asombrado comprobó que se trataba de una moneda de gran valor. Pasmado, se preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar. Luego observó a su alrededor, para todos lados, pero como no veía a nadie, la guardó en su bolsillo. Luego se puso el otro zapato y su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta. Su situación era desesperante, no contaba con ayuda, su esposa estaba enferma y  sus hijos no tenían para comer.   Con un gran sentimiento de gratitud reconoció que gracias a una mano desconocida, finalmente no morirían de hambre.

El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas. Ahora, dijo el profesor ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma?

El joven respondió: “Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no comprendía: es mejor dar que recibir”.

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Hay veces que no nos damos cuenta de la necesidad de los demás, solo porque nos encontramos bendecidos por el Señor. Olvidamos que cuando somos bendecidos es porque el Señor quiere que bendigamos a otros también.

Talvez me dirás que el Señor puede bendecir a esa persona directamente, pero lo que Dios está buscando es que  seas de bendición, para él poder bendecirte más.

Cuando vamos en el auto por la calle, vemos a gente pidiendo limosnas en las luces o las esquinas. Hay quienes lo hacen por necesidad, y hay quienes lo hacen por negocio, porque esa es la forma que ellos han decidido vivir su vida. Mucho los ven en la calle y comienzan a gritarles “vagos, vete a trabajar, flojo, etc...”, y eso no debería ser porque tenemos que ver cuál es verdaderamente su necesidad, antes de juzgarlo o de ofenderlo.

El Señor nos tiene en esta tierra con un propósito, y uno de esos propósitos es ayudar al necesitado, al que no tiene a Cristo para pedirle por su necesidad, pero nos tiene a nosotros para que los ayudemos. Si hemos sido bendecidos, ¿Por qué no bendecir a otros? Dar por gracia lo que por gracia hemos recibido.

No los juzgues cuando los veas en las esquinas; podría estar pasando por una fuerte necesidad. Ayúdalo, y te aseguro que será de mucha bendición para tu vida.

Hechos 20:35  En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.

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