Dos Monedas
Una historia
cuenta que un estudiante universitario salió a dar un paseo con su profesor,
quien por su bondad era considerado como un buen amigo por sus alumnos.
Mientras
caminaban, vieron un par de zapatos viejos, pensaron que seguramente pertenecían
a un humilde trabajador del campo de al lado, que estaría a punto de terminar
su jornada.
El alumno dijo al
profesor: “Hagámosle una broma;
escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara
cuando no los encuentre”.
Mi querido amigo – le dijo el profesor – nunca tenemos que divertirnos a expensas de
los pobres. Tú eres rico y en lugar de burlarte, pudieras darle una alegría a este hombre. Coloca una
moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando
las encuentre. Así lo hizo y luego ambos se ocultaron entre los arbustos
cercanos.
El hombre pobre,
terminó sus tareas y cruzó el terreno en busca de sus zapatos y abrigo. Cuando
se puso su zapato, notó que había algo adentro, se agachó para ver qué era y
asombrado comprobó que se trataba de una moneda de gran valor. Pasmado, se
preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a
mirar. Luego observó a su alrededor, para todos lados, pero como no veía a
nadie, la guardó en su bolsillo. Luego se puso el otro zapato y su sorpresa fue
doble al encontrar la otra moneda. Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de
rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento
en voz alta. Su situación era desesperante, no contaba con ayuda, su esposa
estaba enferma y sus hijos no tenían
para comer. Con un gran sentimiento de
gratitud reconoció que gracias a una mano desconocida, finalmente no morirían
de hambre.
El estudiante
quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas. Ahora, dijo
el profesor ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma?
El joven
respondió: “Usted me ha enseñado una
lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no comprendía: es
mejor dar que recibir”.
*******
Hay veces que no
nos damos cuenta de la necesidad de los demás, solo porque nos encontramos
bendecidos por el Señor. Olvidamos que cuando somos bendecidos es porque el
Señor quiere que bendigamos a otros también.
Talvez me dirás
que el Señor puede bendecir a esa persona directamente, pero lo que Dios está
buscando es que seas de bendición, para
él poder bendecirte más.
Cuando vamos en el
auto por la calle, vemos a gente pidiendo limosnas en las luces o las esquinas.
Hay quienes lo hacen por necesidad, y hay quienes lo hacen por negocio, porque
esa es la forma que ellos han decidido vivir su vida. Mucho los ven en la calle
y comienzan a gritarles “vagos, vete a trabajar, flojo, etc...”, y eso no
debería ser porque tenemos que ver cuál es verdaderamente su necesidad, antes
de juzgarlo o de ofenderlo.
El Señor nos tiene
en esta tierra con un propósito, y uno de esos propósitos es ayudar al
necesitado, al que no tiene a Cristo para pedirle por su necesidad, pero nos
tiene a nosotros para que los ayudemos. Si hemos sido bendecidos, ¿Por qué no
bendecir a otros? Dar por gracia lo que por gracia hemos recibido.
No los juzgues
cuando los veas en las esquinas; podría estar pasando por una fuerte necesidad.
Ayúdalo, y te aseguro que será de mucha bendición para tu vida.
Hechos 20:35 En todo
os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y
recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que
recibir.
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