El Cuadro
Un hombre había pintado un
lindo cuadro. Satisfecho con el bello resultado de horas de trabajo, el hombre
invitó a la prensa y el público para ver su obra.
El día de la presentación al público, todos asistieron: autoridades locales, fotógrafos, periodistas y mucha gente, pues el pintor tenía fama de gran artista.
El día de la presentación al público, todos asistieron: autoridades locales, fotógrafos, periodistas y mucha gente, pues el pintor tenía fama de gran artista.
Llegado el momento, se tiró el
paño que revelaba el cuadro. Hubo un caluroso aplauso.
Era una impresionante figura
de Jesús tocando suavemente la puerta de una casa. Jesús parecía vivo. Con el
oído junto a la puerta, parecía querer oír si adentro de la casa alguien le
respondía.
Hubo discursos y elogios.
Todos admiraban aquella preciosa obra de arte.
Un observador muy curioso,
encontró una falla en el cuadro. La puerta no tenía cerradura. Y fue a
preguntar al artista: Su puerta no tiene
cerradura, ¿Cómo se hace para abrirla?
Así es, respondió
el pintor. Porque esa es la puerta del
corazón del hombre, sólo se abre por el lado de adentro.
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Me imagino que al leer esta historia ustedes han
tenido una idea de que cuadro se trata. Ese cuadro ha sido muy famoso por el
mundo entero. La razón de su fama es porque muchos artistas lo han pintado a su
manera. Por eso, si buscan ese cuadro en el internet lo verán pintado de diferentes
maneras. Pero el pintor original del cuadro se llama William Holman Hunt, quien
pintó el cuadro durante los años 1851-1853, y lo llamó “The Light of the
World”, en español “La luz del mundo”. El cuadro fue inspirado por la
biblia, en Apocalipsis 3:20.
Esta reflexión, en sí, no es relacionada al cuadro,
sino a su significado.
Hoy día la gente anda como si no supiera para donde
va. Saben que Dios existe, pero actúan como si no existiera. Pasan necesidades,
pero no buscan al Dios que le puede suplir. Solo van a Dios cuando están en
problemas, pero cuando Dios le resuelve el problema regresan por el camino que
iban sin ni siquiera mirar al cielo.
El Señor toca la puerta de los corazones quebrantados,
tristes, afligidos, perdidos, y sin consuelo. Él quiere que le des la oportunidad
para entrar a tu corazón, pero no solamente para entrar y salir luego; no, él
quiere entrar y quedarse dentro. Para que cuando tú le hables a la gente, de tu
boca salgan palabras de bendición. Para cuando tú le hables a la gente puedas
llevar un mensaje de parte de Dios.
Es fácil poder saber cuándo una persona tiene a Cristo
en su corazón o no. Simplemente déjala hablar y actuar, y verás que de su boca
salen palabras desagradables a Dios, sus consejos llevan un mal final, y sus
acciones no van a la par con la enseñanza que el Señor nos ha dado.
El Señor quiere dirigir nuestros pasos, quiere
bendecirnos, y que seamos de bendición para los demás, pero tenemos que
permitir que entre en nuestros corazones. Dale la oportunidad. Te darás cuenta
que con Cristo en tu corazón tendrás el gozo que tanto anhelas, la paz que
tanto deseas, y serás de bendición, no solo para tu familia, sino para el mundo
entero. De tu corazón pueden salir los mejores consejos, las mejores palabras
de aliento para los demás, y la mayor felicidad para tu hogar. Porque por tu
boca sale lo que tienes dentro.
El único problema es que el Señor solamente toca, él
no empuja la puerta para abrirla, tú tienes que abrirla para que él entre. Esto
es voluntario, si tú quieres y deseas que el Señor entre.
Solamente ábrele la puerta de tu corazón, y así podrás
vivir una vida llena del gozo del Señor, y luego tendrás la salvación, y la
vida eterna con él.
Apocalipsis
3:20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él
conmigo.
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