El Segundo Traje
Cierta vez un hombre visitó a su
consejero y le relató su problema.
– “Soy un sastre. Con los años gané
una excelente reputación por mi experiencia y alta calidad de mi trabajo. Todos
los nobles de los alrededores me encargan sus trajes y los vestidos de sus
esposas. Hace unos meses, recibí el encargo más importante de mi vida.
El príncipe, en persona, escuchó de
mí y me solicitó que le cosiera un ropaje con la seda más fina que es posible
conseguir en el país. Puse los mejores materiales e hice mi mejor esfuerzo.
Quería demostrar mi arte, y que este trabajo me abriera las puertas a una vida
de éxito y opulencia.
Pero cuando le presenté la prenda
terminada, comenzó a gritar e insultarme:
¿Esto es lo mejor que puedes hacer?
¡Es una atrocidad! ¿Quién te enseñó a coser?
Me ordenó que me retirara y arrojó
el traje tras de mí. ¡Estoy arruinado! Todo mi capital estaba invertido en esa
vestimenta, y peor aún, mi reputación ha sido totalmente destruida. ¡Nadie
volverá a encargarme una prenda luego de esto! ¡No entiendo qué sucedió, fue el
mejor trabajo que hice en años!”
-“Vuelve a tu negocio”, dijo el
sabio, “descose cada una de las puntadas de la prenda y cóselas exactamente
como lo habías hecho antes. Luego llévala al príncipe.”
– “¡Pero obtendré el mismo atuendo
que tengo ahora!”, protestó el sastre. “Además mi estado de ánimo no es el de
siempre”.
– “Haz lo que te indico, y Dios te
ayudará”, dijo el hombre.
Dos semanas después, el sastre regresó
a ver a su sabio consejero.
– “¡Usted ha salvado mi vida! Cuando
le presenté nuevamente el ropaje, el rostro del noble se iluminó: ¡Hermoso!,
exclamó. ¡Este es el más hermoso y delicado traje que haya visto! Me pagó
generosamente y prometió entregarme más trabajo y recomendarme a sus amigos. Pero,
deseo saber ¿cuál era la diferencia entre la primer prenda y la segunda?”
– “El primer traje”, explicó, “fue
cosido con arrogancia y orgullo. El resultado fue una vestimenta
espiritualmente repulsiva que, aunque técnicamente perfecta, carecía de gracia
y belleza. Sin embargo, la segunda costura fue hecha con humildad y el corazón
quebrado, transmitiendo una belleza esencial que provocaba admiración en cada
uno que la veía”.
*******
¿Cómo está tu corazón cuando haces
algún trabajo o favor a los que te rodean en tu vida diaria? ¿Lo haces con
arrogancia, orgullo, o con un corazón humilde, agradable al Señor?
Vivimos en un mundo donde todos
quieren competir. Cada cual quiere ser mejor que los demás, y cuando presentan
sus servicios cada cual lo hace de una manera que pueda denigrar los servicios
de su competidor.
¿Cómo Dios puede tratar o abrirle
puertas a un corazón así? Cada cual tiene su forma de hacer las cosas, su
estilo, y por tal razón el ser humano no debería andar con arrogancia como si
ellos fueran los numero uno, porque el Señor ve todas las cosas, y aquellos que
se ensalzan Dios los humilla.
Yo soy maestro de diseño gráfico, y
conozco gente que hacen lo mismo, pero han venido a mí a preguntarme como se
hace tal cosa. Para mí no es competencia enseñarle lo que yo sé. Al contrario,
puede que algún día pueda utilizar a esa persona para que me haga algunos
trabajos que yo no tenga tiempo para hacer, porque sé que tiene la técnica.
Puedo recomendar a esa persona cuando me ofrezcan algo que yo no tenga el tiempo
para hacer, porque sé que puede ser de buena recomendación. Y así mismo esa
persona me recomienda a mí para algún trabajo. Dios ve esas cosas; es él quien
abre las puertas para todos, así como también las cierra. Y si Dios es quien lo
hace, ¿Por qué tengo que vivir con el temor de la competencia?
Hagamos las cosas con humildad, no
con arrogancia, hagamos las cosas con amor, no con egoísmo. Dios se goza en
bendecirnos, solamente cuando hacemos las cosas con un corazón agradecido por
las cosas que Dios ha hecho en nosotros. Vivamos humildes ante la presencia de
Dios para que se puedan abrir las ventanas de los cielos y nos llenen de
bendiciones.
1 Pedro 5:5
“y todos sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque Dios resiste a los
soberbios, y da gracia a los humildes.”
Colosenses 3:23-24 “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para
los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia,
porque a Cristo el Señor servís.
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