Cuenta una leyenda que, al principio del mundo, cuando Dios decidió crear a la
mujer, encontró que había agotado todos los materiales sólidos en el hombre y
no tenía más de que disponer.
Ante este dilema y después de profunda
meditación, hizo esto:
Tomó una costilla del hombre, le añadió las suaves curvas de las olas, el
trémulo movimiento de las hojas, la amorosa mirada del ciervo, la alegría de
los pajaritos y las gotas del llanto de las nubes, la timidez de la tórtola y
la vanidad del pavorreal, la dulzura de la paloma y la crueldad del tigre, el
ardor del fuego y la frialdad de la nieve. Mezcló tan desiguales ingredientes,
formó a la mujer y se la dio al hombre.
Después de una semana vino el
hombre y le dijo: Señor, la criatura que
me diste me hace desdichado, quiere toda mi atención, nunca me deja solo, habla
mucho, llora sin motivo, se divierte en hacerme sufrir y vengo a devolvértela porque
NO PUEDO VIVIR CON ELLA.
-Bien - contestó Dios, y tomó a la mujer.
Pasó otra semana, volvió el hombre
y le dijo: Señor, me encuentro muy solo
desde que te devolví a la criatura que hiciste para mí, ella cantaba y jugaba a
mi lado, me miraba con ternura y su mirada era una caricia, reía y su risa era
música, era hermosa a la vista y suave al tacto. Devuélvemela, porque NO PUEDO VIVIR SIN ELLA”.
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¿Quién entiende a las mujeres? Y
¿Quién entiende a los hombres?
Ellos se aman, se odian, se juntan,
se separan, se buscan, y se desprecian, pero a la larga siguen pensando en el
uno y en el otro.
Me pregunto una tonta pregunta,
¿Cómo sería este mundo si Dios no hubiera hecho a la mujer? Definitivamente no
hubiera humanidad en esta tierra, a menos que Dios siguiera creando hombres del
polvo de la tierra. Y, si Dios lo hubiera hecho así, imagínese cuantas peleas
hubiera entre ellos, discutiendo quien es el mejor y el más fuerte.
La sabiduría de Dios se demuestra
en esto; en que en su creación procuró separar ambos sexos para que el uno no
pudiera existir sin el otro. El hombre sin la mujer no puede procrear, y la
mujer sin el hombre tampoco. Hace falta un vientre, el cual existe solo en la
mujer, y un semen, el cual solo lo puede crear el hombre. Por eso, la unión
perfecta delante de Dios es “un hombre y una mujer”.
El hombre siempre se ha caracterizado
por el trabajo fuerte, en ser la persona que lleve el pan a la mesa, y cual
tiene que mantener el respeto a Dios en el hogar, por cuanto es la cabeza
puesta por Dios.
Sin embargo, desde los tiempos de Adán
y Eva, hasta ahora, la mujer ha venido revolucionando por su forma de ejercer
en la vida. Ya no hay trabajo que no sea ejercido por una mujer. Ya, eso de que
“este trabajo es de hombre” ha sido borrado de todos los libros. La mujer se ha
ido preparando y luchando por conseguir lo que muchos hombres no han
conseguido. ¿Y eso por qué? Lo que sucede es que muchos hombres se han
recostado pensando que la mujer depende de él, y por tal razón, muchos malgastan
el dinero en bebidas, vicios, y amigos. Y poco a poco va olvidando a la que
tiene en su casa, lavando, fregando, cocinando, manteniendo la casa al día.
Aunque no todos los hombres son iguales, muchos son así. Y es por eso que la
mujer ha tenido que tomar rienda suelta y demostrar que ella también puede
trabajar, superarse, y llevar el pan a la mesa. Muchas lo han hecho por ayudar
a su esposo a traer el dinero a la casa, pero, aunque trabaje, siempre llega a
la casa a preocuparse por el quehacer del hogar.
Y sobre toda esta labor que tiene
como mujer no deja de hacer el trabajo de la madre; atenta, pendiente, y muy
segura de que a sus hijos no le falte nada. Esa es la mujer.
No hay hombre recto que diga, que
puede vivir sin una mujer. No puede. Ellas son dulces para el hogar y
trabajadoras para mantenerlo en pies. Triunfan cuando se lo proponen, pero no dejan
de ser mujeres y madres. Gracias a Dios por la mujer; han hecho lo que muchos
hombres no han podido hacer. Y encima de eso tienen la valentía de dar a luz a
los hombres. Pero eso no la hace mejor que el hombre. Ambos son diferentes.
Ambos son creados por Dios con el
propósito de que ambos crean una familia y glorifiquen el nombre de Dios. Que
se mantengan juntos, pariendo hijos de bien.
1Pedro 3:1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos;
Colosenses
3:19 Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis
ásperos con ellas.
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