El Alacrán y la caridad

Un maestro oriental que vio cómo un alacrán se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó.

Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó, y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose. El maestro intentó sacarlo otra vez, y otra vez el alacrán lo picó. Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo:

- Perdone, pero, usted es terco. ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua lo picará?

El maestro respondió: “La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar.” Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y le salvó la vida.

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¿Cuántas veces te has preocupado por ayudar a alguien y a la larga vez que parece como si no valiera la pena ayudar?

Vivimos en un mundo perdido y corrompido, lleno de gente que se encuentra perdida, enredada en los vicios, viviendo una vida de derrotas, muchos viviendo en las calles, otros en lugares vacíos, y aunque ellos demuestran como si necesitaran ayuda, si tú se la ofreces ellos no la aceptan. Entonces tú te preguntas ¿Vale la pena seguir ofreciendo mi ayuda, o seguir ayudando a alguien que sigue en las mismas?

El ser humano, por naturaleza, tiende a ayudar al necesitado, aunque ellos también estén en necesidad. Pero también, por naturaleza, cuando alguien ofrece una ayuda y ve que la otra persona sigue en lo mismo uno termina cansándose de ayudar, porque ¿Para qué? si esa persona no quiere seguir consejos o no acepta la ayuda.

El hombre y la mujer de Dios no pueden ser así. Tenemos que seguir tratando de dar la ayuda necesaria y darle la mano a quien la necesite, aunque no veamos mejoría o, aunque nos vituperen por esa acción.

El asunto es, ¿Cómo lo hago sin cansarme del reproche? Hazlo utilizando nuevas técnicas. Utiliza nuevas estrategias, no repitas lo mismo, porque recibirás la misma respuesta. Una cosa es que tú quieras ayudar a alguien a salir de los vicios o de alguna situación, y otra cosa es que tú lo quieras ayudar a que cambie su vida. Suena lo mismo, pero no lo es. Si yo le digo a alguien “quiero llevarte a un centro para que te ayuden con el vicio o con el problema” puede que la respuesta sea negativa. Pero si le digo “ven conmigo, te voy a dar algo que cambiará tu vida” y le hablas de la palabra o lo llevas a una iglesia, esa persona cambiará su vida y con ella se irán los vicios o los problemas; aunque los problemas siempre nos persiguen. Todo depende.

Yo entiendo que hay muchos programas buenos que pueden ayudar, pero también entiendo que muchos de los perdidos no quieren ir a esos programas. Y ¿Cómo ayudan en los programas? Principalmente hablándoles del Señor; entonces hazlo tú sin necesidad del programa.
La gente está en la necesidad de escuchar la palabra de Dios, pero no se atreven ir a una iglesia por miedo a que lo critiquen o que murmuren de ellos, entonces ve tú a ellos; llévale esa palabra que ellos necesitan.

El Señor no nos deja enredados en nuestros problemas, él siempre busca la forma de solucionarlos. Lo que pasa es que nosotros, avece, queremos que los asuntos se arreglen a nuestra manera, y eso no puede ser así. Lo importante es que Dios sigue ahí buscando la forma de ayudarnos, pero nosotros no nos dejamos ayudar. Ponemos excusas, pretextos, razones no válidas para seguir en las mismas, sin cambiar nuestro modo de vivir, pero luego pretendemos que otros nos escuchen, y nos molestamos si no nos obedecen.

No te dejes vencer, sigue ayudando al necesitado. Esa naturaleza no viene de ti, sino de Dios. El Señor ha puesto en ti un corazón para ayudar, entonces se un ayudador. No importa si te muerden la mano, el Señor sanará la herida, pero tú has lo que tienes que hacer. Y si alguien no aceptara tu ayuda, sabiendo tú en tu corazón que la necesita, busca otra estrategia para que se la puedas brindar. Hay un Dios en los cielos que ve lo que tú haces, y te aseguro que no quedaras sin recompensa.

“No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño; solo toma precauciones.”

1Pedro 3:8-9 Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.


Romanos 12:21 - No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

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